Necesitaba salir, aunque fuera un
suspiro a contrarreloj, desconectar, despejarse, llegar y sentarse en el bancalet de la Gota, escuchar el hilillo de agua cayendo y las ramas del álamo
mecidas por la brisa que corría encajonada por la Vigueta.
Subió como casi siempre hacia el Berro, sumido en sus pensamientos de los
que sólo fue capaz de abstraerse en la subida antes de la bifurcación, cuando
tuvo que concentrarse en mantener el equilibrio e improvisar la trayectoria, borrada
por el último chaparrón.
Llegó casi sin darse cuenta a la
fuente, agradeciendo a la Sierra lo
extrañamente silenciosa y vacía que se encontraba para ser un domingo de junio.
Se sentó un buen rato intentando no pensar en nada, observando los picos que
casi le rodeaban por completo, se sentía protegido por esas montañas, arropado
por el susurro de viento agitando las hojas de los árboles y por ese silencio
casi irreal, tan irreal que, por un momento, pensó que era un silencio impuesto
por la propia montaña, un gesto de acogimiento, un abrazo materno al hijo
necesitado de él. Por un momento se sintió a salvo de sus miedos, protegido por
algo más grande que él o que cualquiera. Durante ese instante que nadie le
puede robar, se sintió seguro y reconfortado.
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La Pachamama (la Madre Tierra) representa a la Tierra, pero no solo el suelo o la tierra
geológica, así como tampoco solo la naturaleza; es todo ello en su conjunto. No está localizada en un lugar
específico, pero se concentra en ciertos lugares como manantiales, vertientes, o apachetas*. Es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa directamente, por
presencia y con la cual se dialoga permanentemente, ya sea pidiéndose sustento
o disculpándose por alguna falta cometida en contra de la tierra y por todo lo
que nos provee. No es una divinidad creadora sino protectora y proveedora;
cobija a los seres humanos, posibilita la vida y favorece la fecundidad y
la fertilidad.
*La apacheta, del quechua: apachita,
es un montículo de piedras en forma cónica una sobre la otra que realizaban los
pueblos indígenas de los Andes de América del Sur a modo de ofrenda a la
pachamama y/o deidades del lugar, en las cuestas difíciles de los caminos
incas.