25 de octubre de 2012

Caracoles


 
Iba haciendo eses por el corto tramo asfaltado inicial, tratando de esquivar decenas de caracoles a los que veía entusiasmados tratando de cruzar la carretera intentando aprovechar la tregua ofrecida por la lluvia tras el amanecer. Ejemplares de todos los tamaños y colores se lanzaban a lo desconocido en una empresa un tanto absurda como esperando encontrar la tierra prometida al otro lado del asfalto.
Había decidido salir a pesar de las altas probabilidades de lluvia y no se equivocó. La meteorología le dio un respiro y decidió aprovecharlo para comprobar una vez más como caminos mil veces transitados parecen nuevos, transformados. Para comprobar como el agua borraba toda huella humana y la sustituía por la suya. Era como si la Pachamama se hubiera hartado de tanta agua y rezumara por los cuatro costados, dejando charcos y pequeños riachuelos a discreción que debían ser atravesados con la emoción de la incertidumbre de no saber si seguiría seco o por el contrario acabaría rebozado en tonos marrones rojizos tan de moda esta temporada. Subía cansinamente el Portixol y escuchaba risas y palabras de otros ciclistas que conversaban emocionados por afrontar estos pequeños retos, sintiéndose niños por unas horas y disfrutando de estos momentos antes de volver a la monotonía semanal.
Sonreía al pensar que no estaba solo, que había más gente como él y que la Sierra les acogía con los brazos abiertos. Antes de coronar no pudo evitar girar la cabeza y los vio iniciando la ascensión en grupo, retorciéndose, buscando el pedaleo más adecuado, avanzando cada uno a su ritmo, enfrascados en la absurda empresa de subir una montaña para bajarla de nuevo a las pocas horas, casi como caracoles multicolores en busca de su tierra prometida.

11 de octubre de 2012

Mi familia y otros animales


 
Las veía ahí ensimismadas montando viviendas unifamiliares a los caracoles, a los que proveían abundantemente de comida y humedad, o alimentando orugas y escarabajos de todos los tamaños y colores. Observando las distintas especies de insectos y polillas atraídos por la luz de la farola de la puerta de casa, cuidando que la salamanquesa que ejercía de ocupa en ella estuviera siempre a salvo de las veloces garras de Diana. Siempre dispuestas a conocer nuevos seres vivos. Girándose ante el paso de cualquier chucho por la acera de enfrente y dispuestas a discutir sobre la raza canina o felina a la que pertenece. Atentas en el coche, levantando la cabeza hacia las ramas de los árboles y los cables, buscando algún mochuelo madrugador sin perder de vista la carretera por si veían un nuevo erizo atropellado. Armadas a la más mínima con sus cubos y salabres, recorriendo sus acequias favoritas a la caza de ranas y todo tipo de animalillos acuáticos.
Las veía y se imaginaba a Durrell en Corfú, rodeado de naturaleza y vida, descubriendo cada día cosas nuevas, aprendiendo sin necesitar ir al colegio, lejos de rutinas y de absurdas memorizaciones, recibiendo la lección más importante de su vida.
Las veía y de nuevo se veía a sí mismo proyectado en esas dos criaturas tan diferentes pero tan similares. Sabía que buena parte de culpa de este comportamiento era suya pero ahora más si cabe, que los niños viven tan de espaldas a la naturaleza, se alegraba de haberlas educado así y disfrutaba de ello como si cada día fuese el último.

4 de octubre de 2012

Ilusiones

 
Eran tiempos de nuevos proyectos, de horas robadas al descanso, de nervios e incertidumbres. Esperanzas que nadaban entre un océano de desesperación e impotencia. Se sentía arrastrado por una fuerza motriz a veces descontrolada entre la que necesitaba mantenerse a flote, respirar y pensar con calma, con perspectiva.
Tiempos de anhelos, de cambios para bien y para mal. Tiempos para vivir y disfrutar con ellos mientras duren.