26 de mayo de 2011

Bichos (III)

El gris cenizo del asfalto contrataba con el blanco del laboratorio. Del ambiente ordenado y silencioso pasó al caótico y estruendoso del tráfico, al sonido metálico de las tapas de alcantarillado rodando sobre sí mismas en una danza con final predecible, a los coches, al olor de cloacas, registros, sumideros y acequias y a humo de escapes, al aroma penetrante de los organofosforados y a la punzante caricia de los piretroides. La mañana se desperezaba tranquila para ir aumentando el ritmo cuando la ciudad se despertaba. Siempre entre, mosquitos, cucarachas o roedores, buscando, contando, observando rastros, anotando innumerables datos que se convertirían en tablas, círculos de colores, diagramas y gráficos de barras para justificar la rutina tantas veces insostenible.

19 de mayo de 2011

Enfermedad de transmisión sensorial

No tardó mucho tiempo en darse cuenta que mostrar la felicidad de otros puede ser para algunos contraproducente. Pero aún tardó menos en comprobar que, a pesar de muchos, existe donde menos te lo esperas y, además es altamente contagiosa.

18 de mayo de 2011

Autocrítica

El partido estaba decidido casi antes de comenzar. En aquellos tiempos en estas rondas iniciales de cualquier Grand Slam las sorpresas escaseaban y los torneos carecían de interés hasta que llegaban las rondas finales. De cualquier forma el campeón se esforzaba como si le fuese la vida en ello, peleando cada bola. Ignorando el abultado y casi insultante marcador electrónico. Tras un punto apenas peleado y fallado incomprensiblemente por el cabeza de serie del torneo, el comentarista se acordó de ella. “Era muy exigente consigo misma, se machacaba no ya cuando las cosas no terminaban bien sino también cuando no comenzaban bien. Llegaba a regalar el punto si consideraba que no lo había trabajado lo suficiente, si ese aproach no estaba bien ejecutado o si su saque había sido mediocre. La pérdida del punto era como un castigo autoinflingido que le permitía empezar de cero con el siguiente e intentar alcanzar el punto perfecto.”
Desconocía si este comentario se acercaba más a la leyenda que a la realidad de la que fue una de las mejores jugadoras de todos los tiempos pero lo entendía perfectamente. A pesar de repetirse mil y una veces que la perfección no existe consideraba que aplicar el borrón y cuenta nueva como estrategia vital le acercaría más a la penitencia que a la liberación. En la vida no hay marcha atrás, tan sólo un perfil de diente de sierra en el que vamos discurriendo como podemos o como nos dejan, intentando hacer las cosas conforme a lo que consideramos correcto. Sabía que era inútil, aunque inevitable, pensar en el pasado que no podía cambiar y que debía disfrutar de lo único verdaderamente disfrutable: el momento presente, pero su naturaleza le imposibilitaba, se sentía genéticamente resignado a su forma de ser y los intentos por cambiarla era cada vez menos enérgicos.
        Aquel que dijo: “Ganar o perder no es lo que importa”, probablemente perdió.                 
(M. Navratilova)

5 de mayo de 2011

Gran Hermano


Hacía tiempo que no dejaba de fijarse en ellas. Estaban por todas partes. En las autovías sobre los puentes o en postes junto a las farolas. En las calles, camufladas de incógnito. En comercios, bancos, gasolineras, calles, parques y jardines públicos privados, medios de transporte, estaciones de metro, tren, autobuses o viviendas. Conectadas a tráfico, a la policía, a empresas de seguridad. Con motivos de seguimiento estadístico, disuasorios  o simplemente con afán recaudatorio. Se sentía vigilado, observado continuamente hasta en sus movimientos más banales -que eran todos-. La excusa de la seguridad mató a la intimidad. Apenas quedaban sitios oscuros, puntos muertos, rincones donde la vista del Gran Hermano no alcanzaba.