16 de julio de 2014

Las zigaenas impresentables


Blanca miraba la televisión a escasos centímetros como hipnotizada, como queriendo entrar a formar parte de la historia. Repetía exactamente las frases por enésima vez escuchadas.

- Ese no, ese no, ese no….quiero ese, quiero ese…

En el episodio Billy acudía a una tienda de mascotas para comprarse un pez, decidiéndose por un ejemplar raquítico y rechazando todos los demás. El pequeño recibirá el magnífico nombre de Presidente Chuleta de Cerdo. Calavera para contentar a Billy decide darle un alimento al pececillo que lo hace crecer de manera desmesurada.

- Ahora verás papi…

De nuevo, una vez más se veía reflejado en la imagen de la pequeña, encantada de embeberse de la seguridad que otorga lo conocido, del control de saber exactamente lo que va a suceder segundos después. No importaba que los mismos capítulos se hubieran emitido el día anterior y se repitieran al siguiente. Ella los seguía, atrapada en una aventura conocida y que se veía capaz de dominar.

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Rebasó el desvío a la izquierda que subía los últimos metros del Castell de Serra. Prefirió seguir recto y descender levemente para detenerse en la valla de alambre que protegía la instalación de la estación de agua. Nada más bajar de bici se puso a buscarlas pero no las encontró. Había seguido el guión preestablecido. Estaba, como todos los años, en el momento apropiado y en el lugar donde siempre las veía. Pero este año no iba a ser así. Este año no aparecerían aunque se empeñase en buscarlas. Este año, como todos, buscaba la constatación de que todo seguía igual, no importaba que se tratara de zigaenas o de amapolas moradas, necesitaba señales que le aseguraran que, un año más, no necesitaba cambios, no tendría que adaptarse a nuevas situaciones. De nuevo recurría a la cobardía tantas veces criticada, al adormecimiento generalizado, a la situación de apatía, al conservadurismo entendido como única forma de supervivencia. Un año más todo seguía igual y, le entristecía alegrarse por ello.