31 de marzo de 2011

Adaptarse

Sabía que al terminar la curva a derechas e incorporarse a la circunvalación encontraría la habitual retención. Asumía resignado desde hacía años estos periodos de tiempo robados en su vida. Los tiempos muertos en el atasco convertían a los vehículos en observatorios privados desde los cuales escudriñar al vecino temporal.
Sabía que, cuando la carretera se elevase para cruzar el puente sobre el barranco, sería su momento. Al contrario que la mayoría, todos los días a esa altura su mirada se alzaba hacia el cielo buscándolo. Esta vez no lo encontró aunque era fácil de localizar. De vuelos fulgurantes pero cortos, en continuas subidas y bajadas o en suspenso aleteando rítmicamente las alas a una elevada frecuencia. Al no verlo dirigió la vista hacia la copa de un ciprés solitario, como perdido en una rotonda cercana y no pudo evitar esbozar una sonrisa de complicidad. Allí estaba orgulloso y desafiante, con su silueta altiva recortada sobre el cielo cenizo. Observando indiferente a la masa en su rutina diaria. Sobreviviendo a obras, tráfico, contaminación, ruidos y todo tipo de agresiones humanas. Sobreviviendo a toda clase de condiciones cambiantes siempre a peor. Simplemente adaptándose.

24 de marzo de 2011

El destino

El otro día, tras ver El curioso caso de Benjamin Button, resurgió en su menta aquella pregunta que siempre le fustigaba. Últimamente la había acallado con grandes dosis de hiperactividad física junto con un intencionado no mirar más allá de la semana próxima. Había acordado consigo mismo no planificar más de lo que podría hacer en los 7 días venideros y aún así, dados los cercanos y imprevisibles acontecimientos, era mucho pedir. Pero, de nuevo, tras la película de Fincher y su repetida afirmación de que no somos dueños de nuestro destino volvió a resurgir más fuerte que nunca su eterno dilema.
La responsabilidad siempre le agobiaba en exceso, su necesidad de tener atado hasta el mínimo acto le provocaba una increíble desazón, convertida en ocasiones en auténtico pavor, a la incertidumbre del futuro. Para él no existía eso de disfrutar del presente, ya que lo pasaba planificando el futuro próximo y lejano. Todo esto unido a las continuas cuestiones sobre el acierto de decisiones pasadas le sumían en un estado de intranquilidad del que no podía escaparse salvo en contados momentos. Los prolongados ratos de hastío en horario laboral abonaban el terreno en el que crecían de manera exponencial todos estos sentimientos.
Decidió luchar contra todo esto atacando el origen. Su mente enfermizamente racional era el origen de todos sus miedos pero también podría ser el arma definitiva para combatirlos. Decidió volver a su lógica de previsión semanal, pero eso no parecía suficiente. La sombra del futuro a medio plazo siempre surgía. Buscó y rebuscó un arma definitiva. ¡Ya está!. Pensó en establecer un orden de prioridades. Eso sería perfecto. Analizándolas se daría cuenta de que hoy por hoy tenía sus principales objetivos cubiertos y, eso no es poco, se repetiría para sí mismo hasta la extenuación. Sin duda esto lo tranquilizaría. Todo era cuestión de prioridades. Seguro que no cumplir la sexta o séptima prioridad no sería un drama. Tras mucho pensar, elaboró una lista que tituló “Mis prioridades: Lista provisional”. Una cosa tan importante no podía redactarse rápidamente. A partir de aquí crearía la lista definitiva, aunque con posibilidad de modificaciones conforme se fueran cumpliendo los ítems.
Cuando se dio cuenta tenía un listado con casi 30 objetivos, por estricto orden prioritario, de los que sólo cumplía los 8 primeros. A partir de ahí lograr el siguiente objetivo suponía un esfuerzo cada vez mayor, que aumentaba de manera directamente proporcional al número de cada prioridad. Cada objetivo propuesto derivaba en varios que se entrelazaba con otros y dependía de varios para su consecución, lo que provocaba que intentar lograr uno de ellos le llevara a plantearse 3 o 4 nuevos.
Cada noche, con la lista en la mesilla, se replanteaba cada punto buscando simplificar la pirámide invertida en la que se había convertido el listado, pero la gran mayoría de veces le llevaba a bucles sin salida que le obligaban a retomar y replantearse sus prioridades logradas.
Todo acabó la noche en que despertó sobresaltado con la imagen del listado fresca en su mente. Había incumplido la 6ª prioridad: Dormir bien. Cogió la lista, la hizo pedazos y la arrojó a la basura. Entonces se percató de lo complicado que resulta cambiar la naturaleza humana. Esa noche no tardaría en conciliar el sueño. Por lo menos esa noche. Mañana sería otro día. Cayó dormido pensando en que hora del día podría planificar sus próximas semanas.

17 de marzo de 2011

Vida de tortuga

Cada mañana, cuando les encendía el fluorescente que se esforzaba en ejercer de sol de categoría regional, se reafirmaba en sus ideas iniciales. Siempre había sabido que aquello no era buena idea. Desde hacía tiempo huía de mascotas y toda clase de animales domésticos y más si se trataba de aquellos que deben pasar sus vidas confinados en diminutos cubículos ya sean jaulas doradas, acuarios de diseño o cajas con interminables laberintos de tubos y ruedas de colores. Pero, como casi siempre, cedió. Sabía que aquellas diminutas tortugas no tardarían en crecer y en rebosar de sus instalaciones. Cuando las alimentaba siempre se planteaba el tipo de vida al que había condenado a estos seres, sin otra misión que comer y reproducirse –en el mejor de los casos- y sin otro aliciente que engullir más Gammarus que su rival y lograr la  mejor posición para el posterior sesteo. Le era inevitable establecer paralelismos entre la vida carcelaria animal y la vida humana. Salvando las distancias todo era lo mismo. A la libertad muy condicional impuesta en la semana laboral le seguía la libertad condicionada del fin de semana. Analizando detalladamente su situación, no pudo evitar el sobresalto al darse cuenta que, en los últimos meses, sus movimientos de fin de semana no abarcaban más de 30Km a la redonda y siempre a los mismos y archiconocidos lugares. En ocasiones no se sentía mucho más libre que los pájaros a los que dejan la puerta abierta de la jaula pero nunca salen, no ya por temor a lo desconocido sino porque desconocen la existencia del mundo exterior.  Al final, como las tortugas, todos estamos esperando a que llegue la rutinaria mano con el alimento para volver a reiniciar el ciclo de sustento sin atreverse a salir del terrario.

10 de marzo de 2011

Bichos (II)

El renacentista murió matando. Imperaba la especialización más radical. Del conocimiento más exhaustivo a la absoluta ignorancia sólo había un paso. Cada uno atrapado en su urna de madera y cristal con olor a esencia de nirvana o nitrobenceno, sin querer ni poder saber nada de las urnas de los demás. Taburetes como cubículos que limitaban el espacio virtual propio y ajeno. Su terreno del terreno de los demás. Defendidos a capa y espada. Posesiones de quita y pon, alquileres sin opción a compra.
El zoom fue vertiginoso, de una vista general a una microscópica en cuestión de segundos. El mismo tiempo empleado para pasar de puntillas por los grandes grupos taxonómicos, Filos, Clases, Órdenes... para súbitamente ir directos al meollo, para perderse en el entramado de Familias, géneros y especies… casi como intentar vaciar el océano con un vaso. Al centrarse en una sola Familia, parecía tener la sensación de que le daban un pequeño capítulo de un fascículo de toda la Enciclopedia, lo demás se fundía en negro. Aún así demasiado para leer en sólo una vida. La belleza general se sustituía por la belleza del detalle. Trocánteres, antenas filiformes, venaciones alares, esternitos, peciolos, coxas, uñas, ocelos, espinas y tarsos, pigmentaciones y brillos metálicos. Los ojos oscilaban en un baile rutinario entre la lupa binocular y el entramado de las claves taxonómicas intentando encontrar un camino de salida del laberintico aluvión de variantes, descripciones y nombres latinos. La breve alegría del acierto desaparecía rápidamente al levantar la mirada y observar las pilas de cajas con ejemplares sin determinar.

3 de marzo de 2011

Amigos

Sabía que tan sólo era una imposición más de las fechas en las que se encontraban. Que sólo tenía que asumirlo y dejarlo pasar, sin más, sin causarle más quebraderos de cabeza que los propios del momento. Se repetía que no merecía la pena buscar explicaciones ni porqués, las cosas salen como salen y a veces lo mejor es no luchar contra ello y verlas desde la distancia aunque estés a dos palmos de ellas. Consciente de que, en estos casos, el poner tierra de por medio no suele ayudar a solucionar nada pero, por lo menos, la perspectiva ayuda.
Cuando las personas llevan tanto contando la misma historia al final acaban creyéndosela y contra eso es inútil luchar. La indiferencia puede ser la mejor arma para ciertos estados de superánimo y deísmo. El ombligo se gasto de tanto mirarlo pero el cuello ya no puede levantar la cabeza. Cansado de juegos estúpidos y sonrisas prepotentes tan sólo se lamentaba el tiempo y las energías perdidos al tiempo que su candidez se oscurecía un poco más, esperando el siguiente golpe.