27 de agosto de 2013

Querer no es poder


    - Ahora ve detrás mio que tenemos que girar.
    - Vale Pedro pero voy todo el día detrás tuyo...
Intentaba seguir la figura verdosa bajo un cielo cubierto capaz de mantener la humedad ambiental en valores próximos al 90%. Apenas podía fijarse en la Bicipalo que ascendía sin esfuerzo aparente por enésima vez el Campillo, impulsada por una piernas delgadas prolongación de un cuerpo que, afortunadamente, sólo desea mantenerse sano. Nunca tan cercano y, a la vez, tan inalcanzable. Distintos ritmos para un objetivo parejo. Difícil sincronización si uno no cede. Tras un cambio de planes tan obligado como sensato, es hora de recibir ese pequeño gran regalo de la jornada, un trocito de este tesoro compartido por muchos. Otra vía abierta a futuras incursiones esperando ser iluminada en el plano todavía demasiado oscuro de su Sierra. Como siempre un verdadero placer.


22 de agosto de 2013

Aventuras domésticas


Montaba absorto por la Rambla Castellana, contemplando ese paisaje semidesértico de cañones creados conjuntamente por las lluvias torrenciales y por las excavaciones humanas en busca de materiales para la construcción. Allí dentro, ayudado por la soledad, se transportaba al mundo de las aventuras cinematográficas, tan anhelado como ficticio, en el que todo era posible por lo menos hasta que se encendían las luces de la sala.

Avanzaba entre cantos rodados manteniendo el equilibrio a duras penas girando la cabeza hacia atrás como buscando a sus imaginarios perseguidores, alguna banda de tuaregs dispuestos a degollarle sin mediar palabra o traficantes de armas en horas bajas buscando un hipotética víctima por la cobrar un jugoso rescate.

Sabía que quedaba poco para llegar a la civilización. La vegetación se hacía más presente y exuberante. El cañón se dividía en otros más pequeños que daban un aspecto laberíntico al lugar. Escoger la ramificación adecuada era vital para poder llegar sano y salvo. Alzó la vista y reconoció aquellos cañares rodeados de arbustos. Buscaba el pequeño riachuelo que era el único paso por un mar de zarzales y espinos. Esbozó una sonrisa al verlo, aunque rápidamente frunció el ceño al ver que sus aguas negras y putrefactas habían formado un lodazal infranqueable incluso a pie.

Desmontó y buscó una alternativa. De nuevo giró la cabeza hacía atrás al escuchar un extraño ruido seguramente procedente de sus perseguidores. Decidió internarse por la maraña de zarzas intentando evitar la ciénaga. Sentía las espinas desgarrando la piel de sus piernas, de sus brazos y enganchándose en sus ropas pero a pesar de todo conseguía avanzar lentamente llevando su montura a duras penas.

Hasta que llegó a tocarla. Al principio noto cierta resistencia elástica que le hizo echar un paso atrás y comprobar como la telaraña vibraba de manera rítmica, casi espasmódica, azuzada por la hembra situada en el centro de la misma que, vestida con unos llamativos colores amarillos y negros, desafiaba de esta manera al invasor. Instintivamente retrocedió buscando un camino alternativo dentro de la masa de espinos. Giró a la izquierda y se encontró con otra telaraña, esta vez ocupada por un macho mucho más pequeño que su hipotética pareja. Abrir su campo de visión sólo le sirvió para confirmar sus sospechas, estaba en medio de un verdadero campo de arañas contra las que no tenía ni tiempo ni ganas de luchar. Regresó rápidamente al camino inicial. Los sonidos de las monturas de sus perseguidores eran mucho más fuertes, más cercanos. Decidió montar y atravesar el lodazal a toda velocidad pero, justo cuando casi lo había conseguido tropezó con una piedra que le hizo caer sobre el barro negro y pútrido.

- Pero tío ¿que haces ahí?.
- Tened cuidado con el arroyo este que está lleno de piedras y mirad como me he puesto.
- Pero podemos bordearlo por los zarzales...
- De eso nada. Están llenos de telarañas de Argiope y no quiero que las rompáis.
- Tu y tus putos bichitos. Anda dame la bici que te has puesto guapo de barro.

5 de agosto de 2013

Scolia flavifrons


Cruzaban por delante de él, con un vuelo ruidoso pero no exento de cierta elegancia a pesar de su tamaño. Solía pasear con Thor por ese campo de naranjos abandonado que se había convertido en un pequeño vergel doméstico con decenas de especies vegetales creciendo al amparo de unos árboles, literalmente llenos de tristeza y abandonados a su suerte. Dentro de este pequeño ecosistema eran especialmente abundantes, campaban a sus anchas, alimentándose del néctar de cardos y otras flores.

Este año se las encontraba por todas partes. Incluso le tocaba ejercer de vigilante de la piscina y salvar a varias de ellas de una prematura muerte por ahogamiento.

Siempre le pareció un bicho imponente, grande, seguramente de los más grandes himenópteros de Europa (si no el que más), particularmente pacífico y tranquilo y dotado de una belleza singular con sus colores aposemáticos y la máscara amarilla que portaba la hembra, mucho más espectacular que el macho.

Sabía que esta aparente docilidad no era más que una fachada que ocultaba la verdadera cara de la Scolia, un pequeño alien que se dedicaba a parasitar larvas de coleóptero que serían el alimento de su descendencia. Larvas dentro de larvas. Alimento fresco de primera mano. Generoso legado materno. Puro mecanismo adaptativo.