30 de noviembre de 2015

True entomologist



- Papi, ¿Tu qué haces en el trabajo?

Hubo un tiempo en el que esa fatídica pregunta suponía pulsar un botón rojo en su interior que desencadenaba un sentimiento mezcla de desazón, cabreo y autocompasión. Con los años la absurda obligación de realizarse profesionalmente se hundía de manera lenta pero segura en las arenas movedizas de su existencia. Antes hubiera buscado historias convincentes, viajes apasionantes, investigaciones innovadoras, proyectos exóticos, aderezados por mil y una anécdotas que despertaran la admiración de una niña pequeña.

Ahora ya no.

Ahora disfrutaba cada vez más escuchando la sobreestimada profesionalidad de los que le rodeaban. Aunque a pesar de ello nunca osara criticarla. Comprendía que, al fin y al cabo, no es más que una manera como otra de afrontar nuestro efímero paso por este mundo. Hubo una época que para él también era importante esa autoafirmación, esa necesidad de ser consecuente con tus gustos y con tus estudios que te llevaba a buscar ansiosamente el trabajo ideal, el que te realizara como persona.

Todo eso pasó. Finalmente comprendió que la minúscula pieza que representaba en el engranaje de la maquinaria de eso que llamamos sociedad, era completamente reemplazable. Que, una vez atrapado en el tablero de la partida económica imperante, lo único importante era mantenerse a flote. Sabía que, mientras pagara religiosamente sus impuestos y sus préstamos, no iba a haber ningún problema, no acabaría en la caja de piezas inútiles y marcadas para siempre. Lo demás era absolutamente indiferente. Comprendió lo que los actores llaman trabajo alimenticio. Todo seguía igual. Simplemente se había sustituido la jornada de caza y recolección del Neandertal por la jornada de correos electrónicos e informes frente a la pantalla del ordenador. Nada más ni nada menos.

Al final comprendió que toda esa ansiedad y desasosiego por intentar cumplir siempre con las expectativas no era más que una forma de autocomplacencia de su propia consciencia, de una necesidad de estar bien consigo mismo impuesta por otros, de la necesidad de auto convencerse de que todo va bien y de la necesidad de que los demás se den cuenta de que todo va bien.

Más vale tarde que nunca.


“La conciencia humana es un error trágico en la evolución. Nos volvimos demasiado conscientes de nosotros mismos… Somos cosas que operan bajo la ilusión de tener un yo, pero todo el mundo es nadie. Lo más honesto sería negar la programación genética, cesar de reproducirnos, extinguirnos, caminar de la mano hacia la extinción como el que sale de un mal negocio”. Peter W. Zappfel.