Con los ojos muy abiertos y una
expresión mezcla de incredulidad, dolor e impotencia, Vega no acertaba a emitir
más que monosílabos al intentar responder a las cuestiones formuladas por la
anestesista. Con un tono seco y mecánico la bombardeaba a preguntas
protocolizadas, ignorando las respuestas de sus padres mientras, cuatro
enfermeras al unísono abrían vías, colocaban goteros y pinchaban para extraer
sangre por enésima vez antes de bajarla a quirófano para una operación de
urgencia que, difícilmente podría enmendar el daño causado por una actitud
prepotente y un comportamiento bordeando la negligencia de algún profesional de
la medicina.
Mientras preparaban a su hija,
observaba a la anestesista, sin poder entender esa forma de actuar. La tenía a
menos de un paso de distancia, pero no la sentía. La imaginaba sentada en su
pedestal, ganado a pulso por su profesionalidad, en el Olimpo de los anestesistas.
Desde allí llegaba su voz, emitiendo frases en modo contestador automático de
encuesta telefónica. Frases que, seguro habría formulado mil veces de la misma
manera a mil personas distintas para todos menos para ella.
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El Pí de la Bassa se muere. Lo que no conseguían los años lo están
haciendo la sequía y su socio el Tomicus.
El pino carrasco monumental, a sus casi 190 años, sufre un deterioro profundo,
exteriorizado por el amarilleamiento de gran parte de sus acículas, del que difícilmente
saldrá adelante.
Se está actuando con todas las
herramientas disponibles, desde la más simple -hidratación- hasta tratamientos
con endoterapia que eliminen en insecto de su interior y permitan una
recuperación que sería casi milagrosa.
Cuando los sábados pasa junto a
él y ve su perímetro acordonado como una especie de UCI móvil, le viene a la
cabeza la imagen, vista en la prensa, de los técnicos de control de plagas
colocando las múltiples cánulas en su tronco para conseguir que la abamectina alcance
sus venas y entre en contacto mortal
con el escarabajo asesino.
Entonces piensa en vías, en
goteros y en personas asustadas a merced de profesionales y sabe que, con toda
seguridad, el viejo árbol ha sido tratado con el mimo y el cariño que a otros
en algún momento les faltó.
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Seguro que la breve estancia en la
UCI del hospital no supone más que un fugaz recuerdo para ella. En menos de 24
horas subiría de nuevo a planta por orden expresa del jefe de médicos de la
Unidad de Cuidados Intensivos que, diariamente atiende personalmente a todos
los familiares con pacientes en la Unidad, lo que no evita que les dedique todo
el tiempo necesario explicándoles todos los detalles del estado de su hija y su
evolución desde la salida del quirófano. Desde el primer momento comprobaron
que su profesionalidad no estaba reñida con su mirada directa y sincera, su trato
cercano, su amabilidad y su total disponibilidad para lo que necesitaran.