21 de enero de 2015

Desiertos


“En los siguientes 500 kilómetros apenas sucede nada. Cuando llego a Nouackchott tengo las retinas llenas de arena y piedras, y la tarjeta de la cámara fotográfica repleta de imágenes de dunas y hamadas inabarcables. Mi cabeza, en cambio, hierve de dudas. Hace días que me pregunto qué hago aquí. Tengo una crisis. Me falta la motivación.”

Siete desiertos con un par de ruedas. Sergi Fernández. Saga Editorial (2010).

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Hace frío y sus dedos, a pesar de la calefacción, se quedan helados con el tacto de símil cuero del volante. Suena Dinero de Marlango. El día amanecerá lluvioso y, como siempre que caen cuatro gotas, prevé atascos en los mismos puntos de siempre. Como siempre prevé que acertará en sus previsiones.

Once años después el camino es el mismo, las ilusiones y las energías no. Se fueron quedando entre acelerones y frenazos, entre proyectos inacabados o muertos antes de nacer. Cada mañana la rutina se hace más insoportable. Intenta refugiarse en sus muros, en sus oasis, para recobrar fuerzas y reiniciar la marcha. Le gustaría tener un destino definido, como lo tenía  Sergi en sus siete retos, le gustaría decirse a sí mismo que la única forma de llegar a ese destino es no dejar de pedalear, no rendirse, avanzar día a día. Pero cuando logra hacerlo, sus palabras suenas huecas, vacías, perdiéndose en su desierto personal e intransferible

1 comentario:

Pedro Bonache dijo...

Que buena imagen, que distorsión de la realidad anhelada a la real, a la que vivimos, a esa que muchas veces nos desborda hasta el punto de atraparnos en esa previsible rutina. Pero la vida es esto Jesús, rutinas diarias que logramos edulcorar con las pedaladas, con los post y con los momentos de ensoñación, con la sonrisa de tus hijas, con tus geniales observaciones sobre ellas......., al final deja de llover y luce un son que durante unos instantes nos hace sonreir.