23 de septiembre de 2010

Desgaste


El embrague del Toyota chirriaba cada vez que cambiaba de marcha. Si todo seguía igual pronto alcanzaría los 200.000Km y ahí estaba, quejándose pero aguantando. Echándoselo todo a sus cada vez más anchas espaldas. La amarga monotonía de la enésima repetición del trayecto no le daba concesiones, ni siquiera una pequeña anécdota que destacar. En las casi 1200 idas y venidas sólo desgaste. Curvas aprendidas a base de rutina. Movimientos mecanizados del volante e intermitentes sincronizados como en la mejor de las coreografías eran su única compañía. Ahora solo aspiraba a llegar sin complicaciones. No buscaba más. Eso era suficiente, por lo menos suficiente para comenzar de nuevo al día siguiente. Cada día un poco más convencido de su condición.
Nunca le gustó arriesgar, nunca buscó rutas alternativas. ¿Para qué? Al final se convertirían en pura monotonía disfrazada de seguridad. Siempre se decía a sí mismo que lo mejor es tomar el camino conocido. El atasco conocido siempre parece menos atasco. Cada día se arropaba con la seguridad de la rutina que lo convertía poco a poco en un autista voluntario. La constante repetición del vacío más absoluto combinada con la absurda postura del que se cree poseedor de la verdad absoluta es capaz de acabar con la ilusión del más ferviente idealista y de mostrar la cruda realidad al más ignorante. Pero todo se acaba. La gota de agua al final siempre agujerea la piedra.
Cuando levantaba la cabeza siempre veía la misma pared ocre, vulgar, colonizada por arácnidos igualmente solos en su inframundo de seda, haciendo de su soledad su existencia. Al final todos son supervivientes. Por que parece que todo se reduce a sobrevivir aunque sea un día más. Al final se enfrentaba de nuevo a la misma rutina. El mismo proceso mecanizado que le hacía girar la cabeza a la izquierda al cruzar el puente para leer el luminoso que indicaba lo mismo que los 1199 viajes anteriores: Retención. Mantenga la distancia de seguridad. Sabía que los cambios de marcha se multiplicarían en esa corta distancia que siempre le suponía la mitad de tiempo de la ruta. El embrague volvería a quejarse pero de nuevo aguantaría.

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