21 de julio de 2011

Fachadas

Su imaginación corría mientras dibujaba figuras geométricas en el folio doblado que luego se encargaba de rellenar de entramados azules con el Bic. Dejaba pasar el tiempo sesteando en la reunión a la que, como siempre le convocaron con 5 minutos de antelación. Pensaba en cosas banales, entornos, vivencias imaginarias, utopías laborales con derecho a materializarse, historias autocompasivas pero siempre bienaventuradas y con final feliz.
La esquina del papel marcaba su límite. La línea imaginaria que la esfera metálica de su bolígrafo no podía atravesar. Se dio cuenta que la persona sentada a su izquierda la observaba. Poco le importaba. Al final todo es un continuo fluir, un constante y reiterado devenir a lo mismo. El círculo que nunca acaba pero tampoco nunca empieza.

Le gustaba mirar a los ojos de sus contertulios cuando escuchaban las historias convertidas en historietas con principio, nudo y desenlace cambiados para la ocasión. Casi a la carta. Se fijaba en el brillo de sus ojos crédulos o, por lo menos, perfectamente entrenados para serlo. De nuevo sin quererlo, casi obsesivamente,  irrumpían en su mente el traje nuevo del emperador y las fachadas. Bonitas fachadas blancas e inmaculadas.

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