Sistemáticamente el opilión lo intentaba una y otra vez. En otro esfuerzo titánico
logró subir varios centímetros por la pared de la bañera para, como en los
intentos anteriores, resbalar por la resbaladiza superficie porcelánica hasta el fondo. Su ignorancia le hacía perseverar
en el enésimo intento. Sabedor de que no tenía salida alguna y acabaría sus
días en el fondo del desagüe, lo observaba con una mezcla de admiración y
compasión, dudando entre cogerlo entre los dedos o dejarlo abandonado a su
suerte…
Este año la vuelta al trabajo irrumpió en él como un elefante en una
cacharrería. Será la edad masculló para sus adentros. Apabullado al ver como la
lista de correos electrónicos perdida en el infinito. Irritado por los
requerimientos, particularmente absurdos, del ser superior al que debía su
subsistencia. Rodeado de incongruencias y necedades transformadas en leyes de
obligado cumplimiento, se vio desbordado, empequeñecido bajo la sombra de la
urgencia, aplastado por el rodillo de lo prioritario. Respiró hondo al notar su
pulso acelerado y su carácter más susceptible que de costumbre. Se vio
caminando en una cinta transportadora que le impedía avanzar, gastando sus
energías en vano, luchando contra todo y contra todos.
…Conocedor de su extrema fragilidad agarró con sumo cuidado
al arácnido pero este parecía no tener otra intención que volver a la frialdad de su celda, a
su brillante tumba de color crema. Notó como sus finísimas patas se quebraban entre sus dedos y el animal
cayó al suelo cerámico herido de muerte.
Sabía perfectamente que tenía que calmarse, que poco a poco
las cosas volverían a su sitio. La bandeja de entrada se vaciaría y las
urgencias no lo serían tanto, pero cada año le costaba más remontar. La apatía
se extendía un poco cada día, lenta pero constante. Sabía que tenía que ser él
quien diera el paso, seguir nadando contra la corriente a pesar de tener la
impresión de no avanzar. Perseverar en el enésimo intento. Buscar la salida por
él mismo.
Por un instante vino a su mente el pequeño opilión
intentándolo una y otra vez, sin rendirse en ningún momento, identificándose
con su fragilidad y envidiando su fortaleza.