Ya en el asfalto agachó la cabeza y apretó los dientes.
Dispuesto a cometer una pequeña locura programada. Se saldría de un guión
escrito precisamente para ello. Buscaba vaciarse físicamente y que sus pensamientos
acompañaran a sus últimos restos de glucosa, aunque fuera sólo por educación.
Ansiaba llegar a ese momento en el que el cerebro está demasiado ocupado en
mantener la maquinaria en marcha, en equilibrar el balance energético de un
organismo al borde del colapso. Necesitaba llegar a ese punto y prolongarlo lo
suficiente para lograr el formateo temporal. Encontrar el botón de reset y mantenerlo apretado. Liberarse
por unos instantes de todo aquello que le acechaba día a día. Sabía que era
algo perecedero, efímero. Conseguir la energía necesaria para voltear el reloj
de arena y dejar que todo caiga por su propio peso, lenta pero inexorablemente
gracias a la bendita ley de la gravedad. Sabía que pronto debería girar de
nuevo el mecanismo y todo volvería a ser como antes pero entonces nadie le
podría quitar esos bellísimos momentos de libertad mental, de agujero negro.
Serían suyos para siempre.
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