21 de junio de 2012

El corazón de las tinieblas

Lo creía ciegamente. Estaba dispuesto a luchar, a encararse con quien dudara de ello, con quien le pusiera peros y objeciones. Ajeno a todo y a todos. Por fin con una fe ciega en algo, en su algo.
Oídos sordos y ojos ciegos a la experiencia, a la razón. Apostó fuerte. Todo o nada. Se sentía ganador antes incluso de comenzar la partida. Él, que lo sopesaba todo. Él, que todo lo analizaba con perspectiva infinita. Entonces no. Entonces pensó que era el momento. Su momento.
Transitó durante años hacia lo imposible, manteniendo su convicción, luchando contra los elementos, dirigiendo su barco a través de la niebla. Desoyendo a su tripulación, fielmente acompañado pero sintiéndose tan sólo en su causa.
Sentado en el suelo apoyando la espalda contra la pared, observaba los cipreses atacados severamente por la Phytophthora que invadía silenciosamente su interior y, sólo  entonces, se mostraba caprichosamente altiva, como sabedora de que ya no había solución alguna para la planta. Tampoco él podía seguir así. Veía el suelo de gravilla infinitamente pisado y se podía ver así mismo casi como Aguirre subido en aquella barcaza buscando su Dorado particular. Pensaba que lo tenía, que lo había conseguido, todos esos años y lo tenía. Ahora veía que no. Ahora lo veía claro. Tras mucho tiempo había llegado al final del trayecto. Pero ahí no estaba Kurtz. Lo buscó pero sólo encontró piedras, muros, agua, polvo, metal y cemento. Sólo encontró lo que podía haber hallado en otros lugares. Sólo encontró el despecho del vacío más absoluto. Nadie. Nada….O sí, le pareció ver a alguien, fue sólo un reflejo, un destello, su imagen refractada, deformada, transformada todos estos años. El viaje, el trayecto habían provocado el cambio, la metamorfosis. Él era Kurtz. Se veía real, cansado, desgastado, angustiado pero por una vez, decidido.

Sabía que podía posponerlo más. La situación se había vuelto insostenible, injustificada, rayando la parodia. Se sentía cansado de mantener aquel sin sentido, de luchar sólo contra todos. De embarcar a los demás en su viaje. Del egoísmo de las dependencias. Pero no tenía fuerzas para afrontar otro viaje, otro trayecto remontando un rio lleno de brumas y obstáculos. Aún así, sabía que debía hacerlo. Por lo menos intentarlo con todas sus fuerzas y disfrutar cada momento como si fuera el último.


 “Vivimos igual que soñamos: solos."

"La vida es una bufonada: esa disposición misteriosa de implacable lógica para un objetivo vano. Lo más que se puede esperar de ella es un cierto conocimiento de uno mismo, que llega demasiado tarde, y una cosecha de remordimientos inextinguibles."

El corazón de las Tinieblas (Joseph Conrad, 1899)

2 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

Sabes Jesus, que nuestro organismo ha evolucionado para sobrevivir a toda costa, salvo cuando la enfermedad mental rompe esa tendencia y nos empuja al suicidio, del que ya hablaste en otro magnifico post. Quizás por eso a veces sentimos que algo nos empuja a seguir viviendo, a seguir formando parte de la parodia, del vodebil, del drama o de la bufonada, a veces del exito y muchas veces del simple existir. Quizás en esos momentos solo que da la observación sobre la Phytophthora o sobre el vuelo de los sempiternos vencejos, sobrettodo cuando descubres a uno con la barriga blanca y murmuras.
- Un vencejo real... -en medio de un alborozo y una excitación que solo uno mismo puede sentir... y yo lo vi.
Queda esa salida del domingo, quedan mas cosas..., pero a veces, el escenario nos desborda y saldriamos corriendo a encerrarnos en el camerino.

Tercera persona dijo...

A encerrarnos del camerino o directamente a huir del teatro...pero bueno algún día tendremos que dejar de correr, parar y preguntarnos qué es lo importante en esto tan efímero que es nuestra existencia.