Mi vida se apaga. Mi vista se
oscurece. Sólo me quedan recuerdos. Recuerdos que evocan al pasado. Una época
de caos, de sueños frustrados. Este páramo. Pero sobre todo recuerdo al
guerrero de la carretera. Al hombre que llamábamos Max. Para comprender quien era hay que
retroceder a otros tiempos, cuando el mundo funcionaba a base del combustible
negro y en los desiertos surgían ciudades de tuberías y acero. Ciudades
desaparecidas, barridas por razones olvidadas hace largo tiempo. Dos poderosas
tribus guerreras se declaraban la guerra provocando un incendio que devoró las
ciudades. Sin combustible ya no eran nada. Construyeron una casa de paja. Las
máquinas rugientes jadearon y se detuvieron. Los líderes hablaron y hablaron y
hablaron…Pero nada pudo detener la avalancha. El mundo se tambaleó. Las
ciudades estallaron en un vendaval de pillaje, en una tormenta de miedo. Los
hombres se comieron a los hombres. Los caminos eran pesadillas interminables.
Sólo sobrevivían los que se adaptaban a vivir de los desechos o eran tan
brutales como para dedicarse al pillaje. Bandas de malechores se adueñaron de
las carreteras, listas para entablar combate por un tanque de gasolina. Y en
medio de este caos de ruina, los hombres normales sucumbían aplastados. Hombres
como Max, el guerrero Max, que con el tremendo rugido de una máquina prendió
todo y se convirtió en un hombre vacío. Un hombre quemado y sin ilusión. Un
hombre obsesionado por los fantasmas de su pasado que se lanzó sin rumbo al
páramo. Y fue aquí, en este lugar desolado donde aprendió a vivir de nuevo.
Intro de Mad Max 2. El guerrero
de la carretera (George Miller, 1981)
2 comentarios:
¿Puede ser la vieja gasolinera de Olocau...?, ya ha llegado Jesús, el matacerdos ya ha llegado y yo soy un cerdo.
Bueno, dicen que siempre hay un motivo para la sonrisa o para la esperanza..., pero también es de necios no ver la realidad, esconderse de ella o negarla tras la sonrisa que recomiendan los libros de autoayuda. Ese caos y ese vacio de humanidad ya ha llegado, a mi en forma de crack economico, creo que el taller dificilmente sobrevivirá a la crudeza del invierno..., y no se que haré. Yo no estoy solo como Max, está mi madre, vive conmigo...., bueno Jesús, que estamos viviendos tiempos jodidos pero a hoy he visto como una urraca plantaba cara a una enorme rapaz y eso si que me ha arrancado una sonrisa de mis adentros.
¡¡Bingo!!
Siempre que paso con la bici por ahí pienso...esta gasolinera es de Mad Max.
De momento soy demasiado cobarde para ser urraca...simplemente intento mantenerme a flote con los mios, que ya es bastante, dentro de este plan sistemático de ahogo y muerte al que estamos siendo sometidos.
Un abrazo Pedro.
Publicar un comentario