2 de enero de 2014

La soledad (II)


Pasaba horas encerrada en su habitación, tumbada en la cama viendo la televisión, leyendo libros obligados o toquiteando el móvil con desgana. El mundo reducido a 4 paredes, a la diagonal de 4,3 pulgadas de la pantalla del móvil. A los capítulos de series televisivas repetidas. A los 4 videos mil veces reenviados, mil veces vistos. 

Todo esto no le preocupaba en exceso. Sabía que se trataba de un aislamiento buscado. De una renuncia voluntaria a la socialización familiar sustituida por una combinación de las nuevas formas de incomunicación junto con el aumento de la importancia de la pandilla. Sabía que era una enfermedad pasajera, de obligado cumplimiento, cuyo tratamiento suponía elevadas dosis de información, confianza y tiempo. Bendita adolescencia.

1 comentario:

Pedro Bonache dijo...

En la adolescencia todos aprendemos, los padre a manejar a una hija con sus cebrero desbocado con sustancias hormonales que desdibujan el mundo que hasta ese momento ella conocía...., y ella,a descubrir esa nueva visión del mundo y de sus emociones.