13 de marzo de 2014

Quizá


Quizá no tuvieran espacio en el maletero del coche para llevar la bolsa hasta el contenedor más próximo.
Quizá pesaba mucho en la mochila y estorbaba a la hora de caminar o pedalear.
Quizá consideraron que estéticamente otorgaba un valor añadido al paisaje.
Quizá él era un exagerado y sacaba de contexto una simple bolsa de plástico y un poco de basura.
Quizá él era un egoísta que cuidaba aquel rincón como si fuera de su propiedad y no podía comprender que alguien estuviera tratando así a su monte.
Quizá al final tenemos lo que nos merecemos y no nos queda otra que asumirlo.

2 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

Preguntate lo que quieras Jesús, hay personas que ven ni aprecian nada que no tenga una pantalla tactil o un acelerador. Seres despreciables que van al monte,a nuestros rincones favoritos, a esas montañas que forman parte de nosotros y cuando las mancillan es como si nos insultasen..., y entonces me invade el miedo, porque ese mismo sentimiento lo pueden albergar quienes nos gobiernan.

Tercera persona dijo...

Yo es que me senté donde siempre al lado de la fuente y no podía apartar la vista de la basura. Desde entonces llevo una bolsa para por lo menos recogerla.
Hay de todo. También te digo que hace unos años llego un hombre en un todo terreno, paró en la fuente, sacó una bolsa y se puso a recoger lo que se encontró por ahí desparramado.
De nuestros gobernantes, de los otros y de los de más allá prefiero no hablar. Hace tiempo que he perdido toda esperanza y me dedico a la subsistencia pura y dura.