14 de octubre de 2014

Historias corrientes



Subía a ritmo alegre por el Portixol, casi sorprendiéndose, a pesar de los años que llevaba pedaleando, de la capacidad de progreso físico que otorga la bicicleta. De pronto, al tomar el giro a derechas para afrontar la última rampa, tuvo que frenar en seco, bloqueando la rueda delantera para evitar chocar con un Passat familiar que estaba allí parado. Cuando alzó la vista, atónito, comprobó que seis ojos infantiles le observaban con indiferencia desde el interior de la ranchera. Al intentar adelantar al coche por su izquierda fue cuando se dio cuenta de la cola de vehículos que se perdía hasta el final de la subida. Realmente eran dos filas de coches en paralelo que nunca imaginó que cupieran en ese pequeño y relativamente estrecho desfiladero excavado en la montaña.

 - ¡Eh usted!, por favor no se pare en esa fila, ocupe la de bicicletas.

     Al girarse vio a Mordecai con un chaleco amarillo reflectante, dirigiéndole una mirada entre inquisitoria y rutinaria y, por una inexplicable razón, no opuso resistencia ni verbal ni física y se dirigió hacia el carril indicado para las bicicletas.

Entonces empezó a oír la música procedente de las radios de los vehículos, los motores acelerando y el chillido de los discos de freno. Sin dejar de pedalear pasó por debajo del panel electrónico que se elevaba como un puente negro sobre la pista que ya no era roja y polvorienta sino que estaba finamente asfaltada con los carriles dibujados en un amarillo impecable. El panel era de esos con rótulos que cada 30 segundos eran desplazados lateralmente por otros con información más actual.

---Bienvenido al Parque acuático de la Gota---31°C---67% de ocupación---elija su carril y no lo abandone---Tengan sus pases preparados---

Absorto leyendo el luminoso, su rueda delantera chocó con la barra de hierro del torno peaje. En el lado izquierdo se alzaba una cabina de cristal y material prefabricado aparentemente vacía.

  Laborables: ciclistas gratis. Puede pasar caballero. Que disfrute.

Levantó su cabeza hacia la mampara acristalada y vio a Rigby, dedicándole una sonrisa forzada. Estaba sentado en una silla de oficinista con el tapizado azul, de esas con 4 ruedecillas y respaldo abatible, completamente desnudo como siempre con una gorra de beisbol agujereada como única vestimenta. El torno giró automáticamente dejándole el paso libre. Ya arriba, en el falso llano, los carriles pintados se reordenaban y los ciclistas eran dirigidos a su derecha por el clásico carril rojo. Aceleró intentando huir de aquello, respirando una aroma a bronceador mientras adelantaba monovolúmenes cargados de flotadores y neveras portátiles.

La pista era ahora una carretera en toda regla, ensanchada, asfaltada, con arcén y carril bici. Cada 200 metros había carteles informativos como el que se encontró al final del Portixol.

---Motocicletas y turismos: Parking C---26% plazas libres---Monovolúmenes y caravanas: Parking A---59% plazas libres---No olvide pagar antes de retirar su vehículo---

Llegó al cruce de la pista que subía por detrás a La Abella. Para entonces pedaleaba con todas sus fuerzas por aquel carril que le parecía tan real como imposible. Su intención no era otra que escapar de aquello, salir de ese decorado trumaniano, borrarse de esa película en el que no era más que un accidente, un extraño.

Conforme iba avanzando hacia La Gota sólo veía coches aparcados en doble fila en el lateral izquierdo. Las contadas casitas que existían en ese margen del camino habían mutado a tiendas abigarradas de todo tipo de productos para el disfrute acuático, comida preparada, bedidas, helados y chucherías varias.

Seguía adelantando vehículos a ritmo vertiginoso, ya que estos apenas se movían unos metros para volver a pararse. De repente frenó en seco…el carril bici terminaba en una barrera levantada con una lector de entradas. Levantó la vista hacia el enésimo panel informativo.

--- Laborables: ciclistas gratis. Por favor, no se detenga. ---

Como un autómata hizo caso al luminoso y avanzó a ritmo cansino extasiado por lo que veía.
El carril, ahora de color verde y de material muy rugoso, se ensanchaba y, al mismo tiempo, se elevaba formando un puente sostenido por gruesos pilares de hormigón.

Cambió al plato pequeño para afrontar la subida mientras justo debajo quedaba la fuente de La Gota de donde salía una tubería que transportaba el agua hacia la montaña situada justo enfrente. De las placas de rodeno, surgían dos enormes altavoces que inundaban de música toda la zona, ahogando los gritos de júbilo del gentío. El álamo había desaparecido. De la montaña surgían varios tubos de colores, cerrados en parte de su recorrido y toboganes, más anchos y totalmente abiertos, por los que, a ritmo de silbato, se deslizaba una continua jauría humana. El circuito era alimentado con dos grandes torres metálicas con escaleras de caracol por las que subía un flujo continuo de bañistas. La pequeña presa se había ensanchado y había ganado altura. Por ella discurría un enjambre de flotadores amarillos con gente arriba y abajo, chocando entre sí. En la parte final había una gran piscina donde Skips y Musculitos recogían los flotadores para dárselos a sus nuevos y temporales dueños. 

Una vez en la parte más alta del carril, engranó el plato mediano y volvió a pedalear con fuerza. El puente desembocaba de nuevo en la antigua pista ahora mucho más ancha pero de tierra…los tacos de sus ruedas se clavaron en ella como abrazándola. Desde allí casi no se oía el gentío. La música era un pequeño rumor que se confundía con el bendito sonido choque del neumático con las piedras. Giró a izquierdas buscando El Berro. Todo volvía a ser como antes.

Por un instante dudó…pensó en volver atrás, en dejarse claro que todo esto sólo existía en su imaginación…pero no lo hizo. Continuó hasta la fuente y se sentó como tantas veces en la piedra, al lado de la llave de paso. Tan sólo las ramas movidas por el viento le impedían escuchar el silencio. Respiró aliviado. Todo era como siempre.

                -----

Dos ciclistas subían por el mismo camino que él acabada de recorrer. Sus voces se hacían cada vez más diáfanas y fuerte.

- Bon día.
- Bon día.
-  Como han dejado la pista al pasar el Portixol. Está de lujo. Parece una autopista.
-  Todo llegará…

2 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

He empezado a leer y me ge horrorizado, pensaba que era verdad y empezaba a enfurecerme..., pero despues me he relajado, Jesús deliraba como yo he delirado tantas veces cuando el Portixol te deja sin aire o cuando para subir al Berro se vacian tus pulmones y en medio esa borrachera asfixiante descubres que todo era eso un delirio. Pero ocurrió una vez que no era un delirio, los coches ocupaban los lados del carril y la musica atronaba en la serrania, era una fiesta Raven real en las ruinas de la Cueva de Soterraña...., llamé a la Guardia Civil, no era un sueño.
Por cierto...., ese dia yo no vi el parque acuatico, veía a un tío que vivia en la serrania y que odiaba a los quads..., cada uno en su mundo y en su decorado.

Tercera persona dijo...

Je, je...lo que yo te diga Pedro estamos mal..
Yo es que conforme subí y vi la pista como la habían dejado de ancha y plana, lo que primero que me vino a la cabeza fue lo del parque. Y luego a tus amigos haciendo el comentario en el Berro fue lo que me impulsó a escribir la entrada.
Además de que creo que veo demasiados dibujos animados.

No sabía lo de la fiesta esa...eso si que sería un buen susto...