5 de mayo de 2011

Gran Hermano


Hacía tiempo que no dejaba de fijarse en ellas. Estaban por todas partes. En las autovías sobre los puentes o en postes junto a las farolas. En las calles, camufladas de incógnito. En comercios, bancos, gasolineras, calles, parques y jardines públicos privados, medios de transporte, estaciones de metro, tren, autobuses o viviendas. Conectadas a tráfico, a la policía, a empresas de seguridad. Con motivos de seguimiento estadístico, disuasorios  o simplemente con afán recaudatorio. Se sentía vigilado, observado continuamente hasta en sus movimientos más banales -que eran todos-. La excusa de la seguridad mató a la intimidad. Apenas quedaban sitios oscuros, puntos muertos, rincones donde la vista del Gran Hermano no alcanzaba.

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