10 de noviembre de 2011

Diana

Maullaba con insistencia, como exigiendo un derecho adquirido a lo largo del tiempo. Cuando alguien de la casa abría la puerta entraba altiva con la cola erguida, directa a su comedero, del que apenas mordisqueaba con desgana una pieza de pienso con forma de pez. A los dos minutos de nuevo reclamaba salir como exigiendo una casa libre de barreras. ¡Al fin y al cabo era su casa también!.
Se comunicaba con la vehemencia otorgada por la supervivencia ganada a pulso. Tres de siete mascullaba siempre para sus adentros. Era como si sus flirteos con la muerte le hubieran otorgado una desfachatez que tan solo era sustituida por su instinto de supervivencia cuando alguien se levantaba del sofá dispuesto a poner las cosas en su sitio.
Cuando la observaba siempre le parecía percibir una mirada melancólica y triste. Condenada a la soledad desde su infancia tras una esterilización y un par de intervenciones a vida o muerte que marcaron su carácter caprichoso, independiente y extremadamente arisco, demasiado, incluso para un felino.

La veía como un extraterreste en un mundo de humanos en el que ocupaba su tiempo en llenar su vacío existencial dedicándose al acecho y captura de un amplio abanico de presas potenciales que abarcaba cualquier insecto lo suficientemente grande como para interesarse por él, como saltamontes o mantis religiosas, hasta pájaros de todos los tamaños y colores pasando por reptiles, acosando sobre todo a las salamanquesas y lagartijas que osaban acercarse a sus dominios y, por supuesto, a los ya clásicos roedores. Cual fílmico depredador ochentero en la selva centroamericana gustaba de exhibir sus trofeos decapitados y desmembrados en el felpudo de la entrada de la casa para sorpresa de sus habitantes.

Aunque quizás no era ese el motivo de su comportamiento. Lo más seguro que todo fueran paranoias suyas y que simplemente la diosa de la caza hacía honor a su nombre.

1 comentario:

Pedro Bonache dijo...

¿Predator...?, un gran film, buen guión, buena puesta en escena...., con fuego real cuando sacan a "la impaciente del saco...", y una idea bien llevada. Un coto de caza tal como los hombres lo hacemos sin salir del planeta.
Diana es cazadora y felina, y exhibe sus trofeos...., casi casi como cuando los alcaudones ensartan a sus presas en los espinos..., de niño también los vi aquí, en la Calderona.