Casado, 43 años, padre de familia
con dos hijos, licenciado, trabajando fijo en lo que había estudiado... Casado,
41 años, padre de familia, sin empleo hacía más de 2 años... Casado, padre de
familia, 72 años, jubilado…
Últimamente estaba recibiendo demasiado
a menudo la misma noticia, contada de la misma manera, en susurros, casi
furtivamente. Amigos, compañeros de colegio, familiares de amigos,
vecinos….Siempre los mismos comentarios: Nadie se lo explicaba, quien se lo iba
a imaginar, con lo alegre que era y ahora sus hijos, como ha podido llegar a
esto…
Él también se hacía esas
preguntas, escarbaba en sus recuerdos buscando algo, algún comentario, alguna
reacción, alguna forma de actuar extraña, algo que pudiera haber dado una
pista, un motivo para la preocupación. Nada. Nunca encontró nada fuera de lo
normal. Nada que hiciera presagiar el desenlace tan injusto como incomprendido
para la gran mayoría. Se preguntaba si realmente llegó a conocer a esas
personas, si fueron sus amigos o sólo compartieron un espacio y un tiempo en
sus vidas sin más. Si, al fin y al cabo sólo eran extraños conocidos con los
que jugaba en la calle, estudiaba, salía de fiesta o iba de acampada en verano.
Se preguntaba si realmente se llega a conocer a alguien hasta el punto de
confesarte sus problemas, sus dudas, sus intenciones…
Tenía la certeza de que todo esto
iría en aumento. Pensó en la sociedad actual, individualista, aislada en la
farsa de la comunicación virtual, que está creando seres aislados, re-huyentes
del contacto físico, de las conversaciones, de la naturaleza, ensimismados en
la paradoja de las redes sociales, cegados por el virtuosismo de lo inmediato.
Los veía incapaces de reaccionar, de sostenerse en situaciones límite, ante la situación
actual, los veía incapaces incluso de pedir ayuda para intentar solucionar esas
situaciones críticas.
Pensó en las instituciones,
siempre recelosas a aportar luz a este tema. Esquivando cifras que aumentan
cada año y que ya de por sí resultan escandalosas. Sin campañas preventivas,
sin ayudas al tratamiento de esta lacra. Admitir estos números ya debería ser
motivo suficiente para luchar contra ello. El problema es que admitirlos sería
admitir el fracaso de este sistema, de esta sociedad del bienestar, de este
modo de vida que tan bien nos han vendido y que resulta tan difícil de alcanzar
y, sobre todo, de abandonar.
Datos de 2008: en España hubo más muertes por suicidios (3421
oficiales) que por accidentes de tráfico (3021). Esto supone más de 9 suicidios
al día.
Según la OMS se suicidan un millón de personas al año en el
mundo, lo que supone 1 persona cada 40 segundos y más muertes que las producidas
por la guerra o por enfermedades como la malaria.
2 comentarios:
Es cierto, es casi la muerte vergonzosa, la muerte que siempre se quiere tapar...., incluso es pecado quitarse la vida.
Creo que homo es el único ser vivo capaz de desesperar de esa manera, capaz de contradecir el sentido de la Vida, las adaptaciones evolutivas. El unico ser vivo capaz de retar a la seleccion de natural y terminar con su propia vida. Sin embargo, detrás de cada una de esas muertes, hay algo que falla en la mente, alguna carencia química, alguna enfermeddad mental larvada que una situacion in extremis desencadena con su trágico final.
No sé será algo que falla en cada uno de nosotros o algo que falla en nuestra sociedad o, probablemente, un poco las dos cosas, pero lo triste es que parece que aún no se ha superado, como bien comentas, lo de la muerte vergonzosa y seguimos sumando para la trágida estadística.
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