Llueve como no recordaba. Sus
zapatillas se hunden en la calle embarrada. Thor corre esquivando los charcos a
duras penas. Decididamente no le gusta el agua.
La capucha del chubasquero le
protege, le aísla de todo. Camina atravesando la urbanización desierta,
sintiéndose un poco Cousteau en el batiscafo inmerso en una fosa abisal
escuchando tan sólo las gotas caer sobre el tejido impermeable.
Echaba de menos estos paseos bajo
la lluvia, los olores distintos, la tranquilidad de dar libertad al retriever sin estar pendiente de nada.
El animal rebosa vitalidad. Viene y va incansable, despierto, ávido de juegos,
curioseando cada rama o cada objeto que encuentra. De pronto aparece desde un
campo de naranjos saltando si aparente esfuerzo un murete con la gracilidad de
un caballo de Ascot.
Siente una punzada en el estómago
al pensar que lo verá morir.
2 comentarios:
Descencía por la gota, aspiré profundamente y dije.
-Huele a invierno, a umbria...,¿habré viajado en el tiempo...?
Je je... parece que se resiste a abandonarnos. La verdad es que echo de menos algo de calorcito ya.
Publicar un comentario