16 de junio de 2011

Genotipo (I)

Le gustaba observarla. Como siempre seguía ahí. Callada. Recibiendo y procesando información. Todo interior. Madurando aceleradamente en un mundo de adultos donde muchas veces, sin querer, era tratada como tal. Aún así no dejaba de asombrarse cada día. Inevitablemente se veía reflejado en cada gesto, cada mirada, cada comentario. En sus pensamientos inescrutables, en su lógica, su forma precoz de afrontar la vida, en su orgullo, en su callada rebeldía y en su excesiva responsabilidad. Pero también en su cerrajón, su mundo interior, sus miedos, sus fobias y sus frustraciones. La miraba y podía verse desde fuera como un espectador que se observara a sí mismo través de una cámara cenital. Luchaba contra el deseo de aconsejarla, protegerla, arroparla, evitarle agobios y sufrimientos por motivos que en pocos años le parecerán banales, sabedor de que el tiempo se acababa y, cada día que pasaba, se alejaba un poco más de él.

No hay comentarios: