Observaba atento las evoluciones
de las biólogas de la Conselleria, se identificaba con ellas, buscadoras de
resquicios, de pistas, de huellas o de sonidos que pudieran dar con algún
ejemplar. Escudriñaban concienzudamente cada tallo y cada ápice buscando con la
vista y con el oído, inspeccionando cada orificio de manera delicada pero
concienzuda. Al verlas, se veía a sí mismo buscando en el interior de alguna
vivienda o sótano todo tipo de rastros.
Los escuchaba volar en el cielo
grisáceo, cubierto de nubes que no descargarían agua alguna. A menudo chocaban
con alguna palmera cercana y rebotaban en el suelo blanquecino y arenoso, casi
salino, en el que casi era imposible cultivar otra cosa que no fueran palmeras,
higueras o granados. Aquello era un paraíso para el picudo rojo, temperaturas
cálidas los 365 días del año, ausencia total de predadores, hectáreas y
hectáreas con más de 200.000 palmeras creciendo. Imaginaba a las hembras, recién
salidas de la palmera y ya fecundadas, extasiadas incapaces de decidirse por
una palmera u otra donde depositar su puesta. Sentía la preocupación de los
agricultores que veían que todo se desmoronaba por un pequeño bichejo que
estaba acabando inexorablemente con el palmeral. Escuchaba de nuevo la
historia, tantas veces repetida, de las especies invasoras, de la ausencia de
enemigos naturales, de la lucha desigual contra un insecto que pasa gran parte
de su tiempo protegido por una coraza vegetal de la que alimenta y a la que va
matando poco a poco. Asistía a los congresos y leía las publicaciones y las
noticias alarmantes y de nuevo le parecía escuchar el mismo estribillo con
distinta melodía.
De nuevo le parecía que todo se
reducía al punto de vista, al color del cristal con que se mire. ¿Es realmente
un problema? Y, si lo es ¿Para quién? Al final todo desembocaba en lo mismo. En
la mirada antropocéntrica. Al superpredador y su conveniencia, él decide lo que
es plaga o lo que no. Él decide qué se considera especie invasora y que no. ¿ O
acaso no lo fueron las mismas palmeras, ahora víctimas, cuando las trajeron los
árabes a nuestras tierras?.
Estaba convencido de que el hombre
no hace otra cosa que no sea modificar el entorno a su interés para mejorar su
propia existencia y la de sus descendientes. Pero se preguntaba si no era esto lo que hacen todas las especies animales
y vegetales de una forma u otra, adaptarse para sobrevivir empleando
estrategias que conllevan, en muchas ocasiones, colonizar, depredar, eliminar
al enemigo o defenderse de él modificando el hábitat.
Sabía que, muchas veces, es necesario
destruir para modificar y toda evolución no es más que eso, un cambio, una
modificación, en este caso del entorno, del que forman parten las especies que lo
habitan. Podía verse haciendo una mueca cuando dudaba que fuera necesaria una oposición sistemática a ese cambio. Él que se consideraba un conservacionista acérrimo. A él que le dolía en el alma cualquier noticia sobre hábitats destruidos y especies en peligro de extinción.
A veces, cuando paseaba por la
urbe, pensaba en si alguien dentro de 100 años se acordaría de que, a
principios del siglo XXI, aún había gorriones en las ciudades. O de que ver una
urraca en los años 90 en Valencia era un hecho excepcional. Sabía con total
certeza que la respuesta a esas preguntas era la misma que obtendría si
preguntara a la gente si tenía conocimiento de que, a principios del siglo XX, había focas
monje en Valencia.
2 comentarios:
Todo lo que no beneficie a Homo es una plaga, eso es así. Incluso el hombre no duda en exterminar al hombre cuando anhela campos petroliferos, rios o yacimientos minerales. Esten en las selvas o en los desiertos.
Me encanta que hallas nombrado a las focas monje..., hace unos 35.000 años, parece que los neradentales del sur de España si que las pudieron contemplar, incluso dibujar con ocre sagrado en unas cuevas malagueñas. ya lo sabes Jesus..., hasta la fecha se negaba que neardental fuese capaz de dibujar, de pintar..., por cierto, sapiens llegó de África, ¿como el picudo....?, y exterminó a neardental.
Lo de la foca monje siempre llamó la atención. Recuerdo que por los pasillos la Facultad había una disecada en unas vitrinas y cuando me escuché el comentario que la habían cazado en Valencia.
Tu sabes mejor que yo que África es el origen de casi todo y de nosotros mismos...
En cuanto al picudo creo que es asiático pero creo que entró en España procedente de palmeras egipcias.
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