15 de diciembre de 2011

Perfección evolutiva

Mantis religiosa (Linnaeus, 1758)

La encontró desubicada, como desorientada, destacando su verdor en la tierra rojiza. Algo aletargada por la baja temperatura o quizás por el esfuerzo de la puesta de la ooteca, su antiguo vigor le había abandonado a su suerte, sin ganas o fuerzas para refugiarse en la vegetación cercana. Al cogerla volvió a deleitarse con su imponente anatomía. Desde la cabeza al abdomen cada una de sus partes diseñadas por y para la depredación. Desde siempre le gustaba observarlas pacientes, miméticas, acechantes, como ensimismadas en su soledad. Admiraba su agilidad y su rapidez pero sobre todo su valentía, su capacidad para atacar todo tipo de presas incluso aquellas mayores en tamaño. En esta ocasión, parecía como si se debatiera entre iniciar una huida decorosa o mantener la batalla, perdida de antemano, ante el humano, inofensivo y curioso, que la observaba con admiración.

2 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

Mi infancia en las estribaciones de la Sierra Calderona me descubrieron a las mantis en su estado natural, me fascinó lo que describes, su capacidaad de predación o la vistosidad del Mantido Iris, que tambien lo contemplé. Y encontrarme con una ooteca puesta sobre una piedra era un regalo igual contemplar a las diminutas mantis recién nacidas, corretear tan indefensas y frágiles.
P.D. Me encanta el titulo de este post.

Tercera persona dijo...

Gracias de nuevo Pedro.
Como ves soy mas de bichejos pequeños que de grandes...siempre me atrajeron mucho más y lo bueno es que muchos los tenemos al alcance de nuestras manos y muchas veces, casi siempre por desconocimiento, los ignoramos.