1 de diciembre de 2011

El Truman de la Calderona

© 2010 J. Gállego         
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Esta salida no era como la mayoría. Hoy tenía compañía. Luchaba por controlar la inquietud de sentirse maestro por un día y disfrutar del momento de presentarle a su hija a la Sierra. Sabía que era una presentación informal, incompleta y quizás algo engañosa pero prefería no mostrar toda la dureza de la Calderona en las primeras de cambio y mantener un cierto halo de misterio que hiciera mucho más atractivas posteriores excursiones.

Siempre a unos metros por detrás la observaba desenvolverse atrevida encima de la bicicleta. Con las maneras y el atrevimiento que da el no haber sufrido caídas dolorosas, el no haber probado la aspereza de la tierra o la dureza del asfalto erosionando su piel preadolescente. Apretó con fuerza los pedales para culminar aquella pequeña rampa e iniciar un descenso divertido por la pista rojiza y ancha salpicada de charcos reticentes a desaparecer enfrascados en una lucha perdida contra el tibio sol de noviembre. Por un momento agachó la cabeza para concentrarse en el repetitivo ruido de las calas secas por el barro y la perdió de su vista, cuando levantó la mirada se cruzó con él. Mimético. No era la primera vez, ni la segunda. Siempre esquivo en dirección contraria, se lamentaba de su indecisión, de no haberle saludado como corresponde. Esta vez no.
- ¿Cómo que Pedro?
- Si, tú eres Pedro, Bicipalo ¿no?  Hace años encontré tu blog de casualidad buscando cosas de la Calderona y desde entonces me tienes enganchado.
Rota la barrera virtual. Lo único que le sorprendió fue el agudo tono de su voz. El resto lo conocía. Asimilaba con familiaridad sus palabras, sus pensamientos, tantas veces leídos, sintiéndose un afortunado receptor de su entusiasmo al hablar de la Sierra, de sus perros, de sus relatos, de Joa, de Paul, en definitiva de su modo de afrontar la vida. Entusiasmo ya transmitido en cada relato real o ficticio, en cada entrada de su blog, en cada fotografía, pero ahora amplificado por la voz, los gestos y las expresiones de alguien dispuesto a aprovechar cada momento y disfrutar de él. De alguien consciente de la existencia del telón al final del mar, de la farsa, de las cámaras y de los actores del show de la vida pero que no necesita ir más allá para vivirla plenamente, sabedor de que, simplemente se trata de eso, de vivirla.

2 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

Moskis..., por fin.
Bueno Jesus, ¿que te voy a decir...?, provocaste un escalofrio en mi ánimo y cuando vi al esquivo eslizón, volví a recordar el encuentro, a tu hija esperando al final del camino, la breve charla.
Y es curioso que me veas entusiasta y amante de la vida, me suelo ir al fondo con facilidad, pero también es cierto que me entusiasma el canto de cualquier avecilla de la Calderona, la visión simple de algun insecto o ese repiqueteo del picapinos, tan extraño en nuestra sierra. Es cierto, me emociono con esos instantes tan cortitos...., como con nuestro encuentro.
Un abrazo y mil gracias, Jesus.

Tercera persona dijo...

Moskis..¡¡un seguidor¡¡
Me alegro que te ha gustado la foto.
La verdad es que creo que me salen mejor las palabras cuando estoy cabreado o de capa caída pero en esta ocasión ha sido sencillo y además un placer.

Nos vemos por los caminos Pedro.

Un abrazo.