6 de septiembre de 2012

Recurrencias

Empapado en sudor, esperaba con ansia a que el aparato de aire acondicionado de la habitación, fiel a su cita, volviera a rugir, como quejándose del uso abusivo al que era sometido por los clientes y, le aliviara aunque fuera temporalmente. Su rítmica puesta en marcha y subsiguiente parada le habían inducido en un estado de creciente tensión que le recordó al desesperado personaje de Curd Jürgens en Juego de Reyes con el sonido del goteo del lavabo incrustado en su cerebro.
Como todos los años le era imposible conciliar el sueño la primera noche en el hotel de la playa. Esa mañana había nadado, como siempre, hasta la boya roja sin llegar a tocarla. Desde allí podía casi ver las caras de los ocupantes de las pequeñas embarcaciones caladas en la bahía que aprovechaban las aguas, más tranquilas que nunca, para zambullirse. Por un momento quiso avanzar hacia ellos, tocarlos, pero no lo hizo, quizás temeroso de que se trataran de simples hologramas, de que, nadando, chocara con el telón. Incapaz de descubrirse así mismo en su propia película.
Conocía el programa a la perfección. Seguro mañana al atardecer subirían hacia el paseo del faro. La pequeña tropezaría y se caería y haría fotos a la mayor apoyada en el muro con vistas al acantilado. Ya de vuelta, girarían hacía las calles de las tiendas, comprarían alguna baratija inservible para las enanas  y apresurarían el paso para cenar pronto, como siempre, cumpliendo el horario.
De nuevo el silencio temporal invadió la pequeña habitación, a su lado todos dormían plácidamente ajenos a sus pensamientos. Pese a la madrugada, el calor llegaba a ser insoportable y en un amago de claustrofobia decidió abrir la ventana. El silencio de la noche sólo se interrumpía por el sonido de las olas y la conversación en rumano de dos empleadas del hotel. Permaneció unos instantes en la ventana observando el mismo paisaje de los últimos 30 años, pensando en Truman, en inseguridades y en conformismos. En cómo había convertido su vida en un continuo y certero déjà vu.
Se calmó prometiéndose a sí mismo que el próximo año será distinto mientras conectaba de nuevo el aire acondicionado sabedor de que mañana dormiría mucho mejor.

2 comentarios:

Pedro Bonache dijo...

"El show de Truman" una pelicula que pasó sin pena ni gloria pero que refleja la vida que muchos de nosotros llevamos. Son las rutinas, que a veces nos dan seguridad y otras nos enloquecen. Pero Jesús, puede que al final, la vida en si misma sea aun auténtico show de Truman.

Tercera persona dijo...

En cuanto a la ficción, a mi, como bien sabes, siempre me gustó la película, supongo porque nos vemos un poco bastante identificados con ella. Incluso el casi siempre istriónico Jim Carrey aquí está bastante contenido.
En cuanto a la realidad está claro que esto no es más que un show de Truman a escala global en el que simplemnte hay que hacer algo tan fácil de decir como dificil de cumplir: Vivir y disfrutar cada momento al máximo porque no hay más.