Empapado en sudor, esperaba con ansia a que el aparato de aire
acondicionado de la habitación, fiel a su cita, volviera a rugir, como
quejándose del uso abusivo al que era sometido por los clientes y, le aliviara
aunque fuera temporalmente. Su rítmica puesta en marcha y subsiguiente parada
le habían inducido en un estado de creciente tensión que le recordó al
desesperado personaje de Curd Jürgens en Juego
de Reyes con el sonido del goteo del lavabo incrustado en su cerebro.
Como todos los años le era imposible conciliar el sueño la primera
noche en el hotel de la playa. Esa mañana había nadado, como siempre, hasta la
boya roja sin llegar a tocarla. Desde allí podía casi ver las caras de los
ocupantes de las pequeñas embarcaciones caladas en la bahía que aprovechaban
las aguas, más tranquilas que nunca, para zambullirse. Por un momento quiso
avanzar hacia ellos, tocarlos, pero no lo hizo, quizás temeroso de que se
trataran de simples hologramas, de que, nadando, chocara con el telón. Incapaz de
descubrirse así mismo en su propia película.
Conocía el programa a la perfección. Seguro mañana al atardecer
subirían hacia el paseo del faro. La pequeña tropezaría y se caería y haría
fotos a la mayor apoyada en el muro con vistas al acantilado. Ya de vuelta, girarían
hacía las calles de las tiendas, comprarían alguna baratija inservible para las
enanas y apresurarían el paso para cenar
pronto, como siempre, cumpliendo el horario.
De nuevo el silencio temporal invadió la pequeña habitación, a su
lado todos dormían plácidamente ajenos a sus pensamientos. Pese a la madrugada,
el calor llegaba a ser insoportable y en un amago de claustrofobia decidió
abrir la ventana. El silencio de la noche sólo se interrumpía por el sonido de
las olas y la conversación en rumano de dos empleadas del hotel. Permaneció
unos instantes en la ventana observando el mismo paisaje de los últimos 30
años, pensando en Truman, en inseguridades y en conformismos. En cómo había
convertido su vida en un continuo y certero déjà
vu.
Se calmó prometiéndose a sí mismo que el próximo año será distinto
mientras conectaba de nuevo el aire acondicionado sabedor de que mañana
dormiría mucho mejor.
2 comentarios:
"El show de Truman" una pelicula que pasó sin pena ni gloria pero que refleja la vida que muchos de nosotros llevamos. Son las rutinas, que a veces nos dan seguridad y otras nos enloquecen. Pero Jesús, puede que al final, la vida en si misma sea aun auténtico show de Truman.
En cuanto a la ficción, a mi, como bien sabes, siempre me gustó la película, supongo porque nos vemos un poco bastante identificados con ella. Incluso el casi siempre istriónico Jim Carrey aquí está bastante contenido.
En cuanto a la realidad está claro que esto no es más que un show de Truman a escala global en el que simplemnte hay que hacer algo tan fácil de decir como dificil de cumplir: Vivir y disfrutar cada momento al máximo porque no hay más.
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