Esta salida no era como la mayoría. Hoy tenía compañía. Luchaba por controlar la inquietud de sentirse maestro por un día y disfrutar del momento de presentarle a su hija a la Sierra. Sabía que era una presentación informal, incompleta y quizás algo engañosa pero prefería no mostrar toda la dureza de la Calderona en las primeras de cambio y mantener un cierto halo de misterio que hiciera mucho más atractivas posteriores excursiones.
Siempre a unos metros por detrás la observaba desenvolverse
atrevida encima de la bicicleta. Con las maneras y el atrevimiento que da el no
haber sufrido caídas dolorosas, el no haber probado la aspereza de la tierra o
la dureza del asfalto erosionando su piel preadolescente. Apretó con fuerza los
pedales para culminar aquella pequeña rampa e iniciar un descenso divertido por
la pista rojiza y ancha salpicada de charcos reticentes a desaparecer
enfrascados en una lucha perdida contra el tibio sol de noviembre. Por un
momento agachó la cabeza para concentrarse en el repetitivo ruido de las calas
secas por el barro y la perdió de su vista, cuando levantó la mirada se cruzó
con él. Mimético. No era la primera vez, ni la segunda. Siempre esquivo en
dirección contraria, se lamentaba de su indecisión, de no haberle saludado como
corresponde. Esta vez no.
- ¿Cómo que Pedro?
- Si, tú eres Pedro,
Bicipalo ¿no? Hace años encontré tu blog
de casualidad buscando cosas de la Calderona y desde entonces me tienes
enganchado.
Rota la barrera virtual. Lo único que le sorprendió fue el
agudo tono de su voz. El resto lo conocía. Asimilaba con familiaridad sus
palabras, sus pensamientos, tantas veces leídos, sintiéndose un afortunado receptor de su entusiasmo al hablar de la Sierra, de
sus perros, de sus relatos, de Joa, de Paul, en definitiva de su modo de afrontar
la vida. Entusiasmo ya transmitido en cada relato real o ficticio, en cada
entrada de su blog, en cada fotografía, pero ahora amplificado por la voz, los
gestos y las expresiones de alguien dispuesto a aprovechar cada momento y
disfrutar de él. De alguien consciente de la existencia del telón al final del
mar, de la farsa, de las cámaras y de los actores del show de la vida pero que
no necesita ir más allá para vivirla plenamente, sabedor de que, simplemente se
trata de eso, de vivirla.
2 comentarios:
Moskis..., por fin.
Bueno Jesus, ¿que te voy a decir...?, provocaste un escalofrio en mi ánimo y cuando vi al esquivo eslizón, volví a recordar el encuentro, a tu hija esperando al final del camino, la breve charla.
Y es curioso que me veas entusiasta y amante de la vida, me suelo ir al fondo con facilidad, pero también es cierto que me entusiasma el canto de cualquier avecilla de la Calderona, la visión simple de algun insecto o ese repiqueteo del picapinos, tan extraño en nuestra sierra. Es cierto, me emociono con esos instantes tan cortitos...., como con nuestro encuentro.
Un abrazo y mil gracias, Jesus.
Moskis..¡¡un seguidor¡¡
Me alegro que te ha gustado la foto.
La verdad es que creo que me salen mejor las palabras cuando estoy cabreado o de capa caída pero en esta ocasión ha sido sencillo y además un placer.
Nos vemos por los caminos Pedro.
Un abrazo.
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